jueves, 29 de diciembre de 2011

MESÍAS.

Término hebreo, «Mesías» = griego «Cristo» = Ungido, Consagrado.

I. Jn especifica que el título gr. «Cristo» corresponde al hebr. «Mesías» (1,41), el Ungido, que se aplicaba a los reyes de Israel. Refiere, pues, el título griego a la expectación mesiánica del tiempo, pero la unción de Jesús Mesías es el Espíritu (1,32s).


En el AT, el rey (1 Sm 2,10.35; 24,7, etc.; Sal 2,2.6, etc.). En el NT, Jesús (Mc 1,1; 8,29 par.), Rey (Mt 25,34; Jn 18,33; 19,19), consagrado por Dios (Mc 1,24; Jn 6,69), ungido por el Espíritu después de su bautismo (Mc 1,10s par.; Lc 4,18s; cf. Is 42,1; 61,1). Intercambiable con Mesías es «Hijo de Dios» (cf. Sal 2,2,7; Mc 14,61; Hch 8,37; 9,20; Rom 5,9s; 8,11; 2 Cor 1,19; Gál 1,12.16; 1 Jn 5,1.5.10). El título «Mesías» designa una misión en la historia; en el mundo helenístico equivale a «Salvador» (d. Lc 2,11; Jn 4,42; Ef 5,23; Flp 3,20; 2 Tim 1,10; Tit 1,4; 2,13; 2 Pe 1,1.11; 1 Jn 4,14).


II. Expresada en términos proféticos, la misión del Mesías es liberar a los hombres de la opresión, implantar el derecho y la justicia en el mundo entero, dar la buena noticia a los pobres (Mt 11,15; 12,18-21). 

En términos del NT, formar una sociedad nueva como alternativa a la existente; la sociedad nueva se llama en los sinópticos «el reino de Dios» (cf. Mc 1,15). Pablo la llama metafóricamente «el Cuerpo (= cuerpo social)» (1 Cor 12,12ss) del que el Mesías es Cabeza (= jefe) (Ef 1,22; Col 1,18). La relación de amor y fidelidad entre el Mesías y su pueblo se expresa, como en el AT, con el símbolo conyugal (Ef 5,23-25; 2 Cor 11,2-3; cf. Os 2,16-18). El Mesías había de ser el jefe inmediato de toda la humanidad y no a través de Israel (Ef 3,3-7; Col 1,26s), aboliendo toda discriminación (Rom 10,12; 1 Cor 12,13; Gál 3,28; Ef 2,13-16; Col 3,11; cf. Ap 5,9; 7,9). Su pueblo es la Iglesia (1 Cor 12,13.17; Ef 1,22; Col 1,18) o comunidad mesiánica (Mt 16,,18), pero el objetivo es la unidad del universo (Ef 1,10). El Mesías hace caducar la antigua alianza (2 Cor 3,14; cf. Heb 8,13) y la Ley (Rom 10,4), obstáculo a la unidad del género humano (Ef 2,14-16).

Constituye a su comunidad no con leyes exteriores, sino infundiéndole el Espíritu (1 Cor 12,13; Rom 8,9); le comunica vida (Col 2,19; cf. Jn 10,10). Como la Cabeza, el Cuerpo es un pueblo de ungidos (1 Jn 2,20-27), de consagrados (1 Cor 1,2) por el Espíritu (1 Pe 1,2) y por el amor (Ef 1,4), de hijos de Dios (Rom 8,16; Gál 4,5; Ef 1,5; 1 Jn 5,1) y sus herederos (Rom 8,17; Gál 4,7). El amor mutuo es la característica, el vínculo y el factor de crecimiento del pueblo-Cuerpo (Ef 4,16; Col 3,14; cf. Jn 13,34s). Para construir la nueva sociedad, el Mesías equipa a los suyos con dones diversos (Ef 4,7.11s).

III. La sociedad judía rechaza al Mesías, y éste muere ajusticiado (Lc 22,37. Cruz = sangre = muerte violenta) en nombre de la Ley (Jn 19,7). Pero su muerte estaba prevista (Mc 8,31 par; Lc 24,26.46; Jn 10,18; Gál 1,4; 2,20) Y es prueba del amor de Dios a la humanidad (Rom 5,8; 1 Jn 4,9s). Ella inaugura la época de! favor de Dios (Rom 5,9; Gál,4.6), libera de! pecado (Rom 6,3.10.14; 8,2; Col 2,11), que es el egoísmo (2 Cor 5,15), de la Ley (Rom 7,4; Gál 5,1), de los determinismos cósmicos (= lo elemental de! mundo) reflejados en las observancias obligatorias (GáI 4,3.9.10; Col 2,20).

Dios reivindica al Mesías y a su obra resucitándolo (Rom , 8,11; 1 Cor 15,15) y exaltándolo, confiriéndole e! título divino de «Señor» (Flp  2,9-11). La resurrección de! Mesías funda la fe y la esperanza (1 Cor 15,17-19), pues su glorificación es la de los suyos (Ef 2,6). El juicio futuro pertenece al Mesías y a los suyos (Rom 2,16; Mt 19,28; 1 Cor 6,2s).

La fe cristiana consiste en reconocer a Jesús como Mesías (Rom 3,22; Gál 1,12; 2,16) Y en seguirlo, trabajando por la creación de una nueva sociedad (Ef 4,12-16).


IV. a) Juan atribuye a Jesús e! título de Mesías ya en e! prólogo (1,17), y Andrés, desde su primera entrevista con Jesús (1,41). Jesús se identifica como tal a la samaritana (4,25s). Durante su enseñanza en el templo, la gente se pregunta repetidamente si es e l Mesías 
(7,26s.31.41s). Los dirigentes le piden que se declare Mesías (1010,24.Reconocer a Jesús como Mesías es parte de la formulación de la fe en Jesús (11,27; 20,31).

Al Mesías se le designa como «e! Hijo de Dios», en cuanto es su presencia y actúa como él «el Esposo», en cuanto funda la nueva alianza , «el Consagrado por Dios», en cuanto ha sido elegido y ha recibido su unción , «e! Pastor», en cuanto dirige al pueblo .


En 1,17, Jn opone Jesús Mesías a Moisés el legislador. El Mesías no legisla ni se apoya en la Ley, su obra está en la línea de la creación y consistirá en hacer que exista en el hombre el amor leal (1,17). La característica de! Mesías Jesús es ser e! portador del Espíritu: el Espíritu es su unción y en comunicarlo consiste su misión (1,33); así efectuará la liberación (1,29); es «e! Cordero de Dios», cuya carne será alimento y cuya sangre librará de la muerte (1,29). Jesús comunica a sus discípulos la unción mesiánica (e! Espíritu), para que ellos continúen su misión (17,17; 20, 22). El Mesías es también Maestro (1,38.49; cf. 3,2). La manifestación mesiánica de Jesús es su primer acto público (1,13ss). Su gesto se interpreta mal: los discípulos y los peregrinos que llenan Jerusalén proyectan en Jesús su ideal mesiánico violento (2,17.23-25); Nicodemo, e! jefe fariseo, proyecta su ideal de Mesías maestro de la Ley (3,2).

b) El modo de obrar de Jesús ante el mundo injusto está compendiado en la exposición que hace ante Pilato de las características de su realeza (18,33-38). En primer lugar, Jesús no usa la fuerza para afirmar su derecho (18,36); en segundo lugar, su misión consiste en dar testimonio de la verdad (18,37). Con estos dos rasgos describe su postura ante «el mundo». Este es un sistema de poder movido por e! afán de lucro y gloria personal (2,16; 5,41-44; 7,18; 8,44a); sus armas para dominar son la violencia (homicida) y la ideología (mentirosa) (8,44). Jesús no se opone con la violencia a la violencia del poder, pero desenmascara «la mentira» dando testimonio de «la verdad». Esta no consiste en una ideología opuesta, sino en la comunicación de vida (el Espíritu) al hombre, dándole la experiencia del amor de Dios (la verdad sobre Dios) y de la libertad y dignidad a que Dios lo llama (la verdad sobre el hombre) .

Lo mismo que comunica el Espíritu, su unción mesiánica, hace participar de su propia realeza (cf. 19,12). Jesús no acepta que «lo hagan rey» (6,15); el hombre tiene que hacerse rey él mismo (19,12), llegando a la suma libertad y plenitud por su entrega total.

MENSAJE.

I. Jesús proclama la buena noticia del reinado de Dios, es decir, de que se abre una alternativa a la sociedad injusta.

Invita a todos, justos y pecadores, observantes y descreídos, a reconocer a Dios como Padre y a cambiar de vida, para construir una sociedad de hermanos.

El reinado de Dios se realiza gradualmente, no con un golpe de fuerza, pues depende también de la respuesta de los hombres (Mc 4,3-9.13-20 par.). Su campo es el mundo entero (Mt 13,37s), sin limitarse a Israel.

Mt resume el mensaje en las bienaventuranzas. La puerta de entrada al reino de Dios es la renuncia a la riqueza y a la ambición de riqueza (Mt 5,3; cf. 6,19-24; Lc 6,20. 24; 14,33; 16,13), que lleva consigo la renuncia al prestigio social y al poder, Esta opción elimina la base de la injusticia y abre un proceso de liberación para los oprimidos de la humanidad (Mt 5,4-6); se traduce en la ayuda al prójimo (5,7), sin segundas intenciones (5,8), trabajando, como hace Dios, por la felicidad de los hombres (5,9). La existencia del grupo humano que ha hecho esa opción y se dedica a esa actividad provoca la persecución por parte de la sociedad injusta' (5,10). Paralelamente en Le 6,20-23).

Este mensaje se formula de diversas maneras en los sinópticos, por ej., en las condiciones del seguimiento: renegar de sí mismo equivale a la primera bienaventuranza; cargar con la propia cruz, a la última (Mt 16,24). También la eucaristía expresa la misma opción: comer el pan/cuerpo de Jesús significa asimilarse a su modo de vida y actividad; beber el cáliz/sangre, aceptar la oposición y aun la muerte sin cejar en el empeño (Mt 26,26-28). Para Mc, vse. «el secreto del Reino». En Juan el mensaje se identifica con el mandamiento del amor.

II. La acogida que hace Jesús a los pecadores y descreídos provoca la indignación de los fariseos, que la estiman la ruina de la moral (Mc 2,16 par.; Mt 11,19 par.; Lc 15,2; cf. 19,7). Jesús reivindica su actitud: necesitan quien se cuide de ellos (Mc 2,17 par.) y saben agradecer (Lc 7,36-50). Están más cerca de Dios que los observantes que confían en su piedad (Lc 18,9-14), que fingen obediencia a Dios (Mt 21,28-32), pero se resisten a su llamada (Le 14,16-24) y a su mensajero (Mc 12,1-9 par.), sin piedad con los hermanos extraviados (Lc 15,25-32).

lunes, 26 de diciembre de 2011

MARÍA MAGDALENA.

La figura de María Magdalena tiene significados diferentes según los evangelios. En Mt y Mc aparece como una de las mujeres que están al pie de la cruz, presencian la sepultura de Jesús y van al sepulcro con aromas (Mt 27,56.61; 28,1; Mc 15,40.47; 16, 1), persuadidas de que con la muerte de Jesús todo ha terminado (aromas).

En Lc aparece entre las mujeres que acompañan a Jesús en su recorrido misionero (8,2); se especifica que Jesús había expulsado de ella siete demonios. Forma parte del grupo de mujeres impuras que Jesús ha purificado y aceptado y que, en agradecimiento, comparten lo que tienen con el grupo (relación con la pecadora de 7,36-50). Con otras mujeres, lleva aromas al sepulcro (24,10).  

MANDAMIENTO

I. En Mt, las bienaventuranzas toman el puesto de los mandamientos de la antigua Ley. Distingue Mt los mandamientos de Dios en la antigua alianza (15,3; 19,17; 22,36-40), Y el de Moisés (19,7), de las bienaventuranzas, mandamientos mínimos de Jesús (5,19), a los que se refiere Jesús 'en la misión final (28,20: «todo lo que os mandé»). De otro modo, formula su mandamiento/seguimiento como «mantenerse despiertos» (24,42s; 25,13; cf. 26,38.40s).

En Mc, se contradistingue el mandamiento de Jesús, «mantenerse despiertos» (13,34.37), de los de Dios (7,8.9; 10,19; 12,28-31) Y del de Moisés (10,3.5). Aparece así Jesús tomando el puesto del legislador humano y del divino; es la figura del Hombre-Dios (cf. 2,10.28). Como en Mt, el paralelo con la recomendación de Jesús en Getsemaní (14,34.37s), muestra el significado del mandamiento: hacer suya la disposición de Jesús de afrontar incluso una muerte sin gloria con tal de cumplir el designio del Padre. Es otra formulación del seguimiento hasta el fin (cf. 8,34).

 En Lc, las bienaventuranzas parecen resumir el código de la nueva alianza (6,20-23). -

II. En Jn, el término gr. entolé, aunque en boca de Jesús no tiene sentido de «mandamiento», sino de «encargo», se traduce por «mandamiento» para conservar la oposición a los de la antigua alianza, que nunca en Jn se llaman entolai ni remata, por haber sido sustituidos por los de Jesús.

a) Existe un mandamiento/encargo del Padre a Jesús; entregar la vida para llevar a cabo la obra de salvación (10,18; cf. 3,16; 18,11). Por otra parte, el Padre le dio un «mandamiento» sobre lo que tenía que decir y que proponer (12,49), que no es independiente del anterior(10,18). Significa que la doctrina de Jesús no es más que la propuesta a los hombres de una entrega semejante a la suya, como la formula en su mandamiento a los discípulos: «Igual que yo os he amado, amaos también vosotros unos a otros».

 b) Para constituir la nueva comunidad humana promulga Jesús un único mandamiento, el mandamiento nuevo, que sustituye al código de la antigua alianza (13,34); así como la Ley daba la identidad a Israel, este mandamiento es el distintivo de la nueva comunidad ante el mundo entero (13,35).

 Este mandamiento de Jesús extiende a los suyos el mandamiento que él recibió del Padre. Siendo Jesús el Hijo, amar como él ha amado constituye a los hombres en «hijos de Dios» (1,12). El mandamiento no se refiere a Dios ni a Jesús, sino a los hombres: tal es el amor que responde a su amor (1,16).


 El mandamiento es «nuevo» (13,34) por la norma que propone (<<Igual que yo os he amado»), el amor del Hijo único que posee la plenitud del Espíritu (1,32s), el que se entrega por sus amigos (15,13) y da la vida por las ovejas (10,11); cesa como insuficiente la antigua norma: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18).


También es nuevo por su contenido (<<unos a otros-): en la antigua Ley el hombre había de amar a Dios sobre todo (Dt 6,4s), pero con su amor y fidelidad humanos; Dios estaba «separado» del hombre y podía ser «objeto» de amor. Ahora Jesús comunica el Espíritu, la fuerza de amor del Padre mismo (15,26), que identifica con Jesús y con el Padre (14,20). Dios no exige que el hombre se entregue a él; él se entrega al hombre como fuerza de amor, por la que el hombre puede, a su vez, entregarse a los demás. Los discípulos aman «desde Dios», siendo uno con el Padre y el Hijo (17,21-23). Por eso el mandamiento de Jesús no prescribe ya el amor de Dios, sino el amor entre los hombres.

 c) Al lado del mandamiento de Jesús existen «sus mandamientos» (14,15.21; 15,10). El mandamiento de Jesús constituye la comunidad: el amor de Jesús, que hace libres, se experimenta en el de los hermanos (13,15). «Los mandamientos», nunca especificados, despliegan la actividad, son la práctica del amor a los hombres, el trabajo para realizar las obras de Dios (9,4). El mandamiento de Jesús es el fundamento de la misión, pero también su término: es el código vigente en la nueva sociedad humana a la que Jesús da comienzo. Es al mismo tiempo el prototipo de «los mandamientos»: Jesús, que da la vida por sus amigos (15,13), se entrega por la humanidad entera (3,16; 10,10.15).

d) Existe un paralelo entre el uso de «mandamiento/mandamientos» y el de pecado/pecados» (1,29; 8,21.23.34; 20,23). En ambos casos el singular denota la opción fundamental: por el amor al hombre hasta dar la vida (mandamiento) o por el provecho propio hasta quitar la vida al hombre (pecado; cf, 8,44). Mandamiento y pecado son, por así decirlo, constituyentes; cada uno funda una solidaridad: el pecado da existencia al «mundo/orden este», la esfera sin Dios (8,23: «lo de aquí abajo»); el mandamiento da existencia a la comunidad de Jesús, la nueva humanidad, esfera de Dios o del Espíritu (8,23: «lo de arriba»).

 Los grupos formados por estas opciones desarrollan su actividad en favor o en contra del hombre; a ella corresponden respectivamente «los mandamientos» de Jesús y «los pecados» o injusticias.

 e) Para cumplir los mandamientos de Jesús es indispensable estar identificado con él por el amor (14,15), que supone el don del Espíritu (14,19s . Así el mandamiento no se cumple como una norma exterior que el hombre adopta; es la Ley escrita en el corazón (Jr 31,33; Jn 1,16).

 f) El término gr. remata, palabras, designaba también los mandamientos de la Ley mosaica (Ex 34,1.27s; Dt 4,13). «Las exigencias» (ta remata), en paralelo con «los mandamientos», ignifican la práctica del amor en la actividad; el hombre, por la experiencia de vida que la práctica del amor le comunica, conoce de manera inmediata la procedencia divina de las exigencias de Jesús (3,34; cf. 17,8).

MAESTRO.

I. En Mc, los términos «maestro» (gr. didáskalos), «enseñar» (didásko), describen una relación de Jesús limitada al grupo de seguidores procedentes del judaísmo, para los que Mc reserva el apelativo de «discípulos». El término «Rabbí» (el que enseña ajustándose a la tradición rabínica) se encuentra tres veces, dos en boca de Pedro (9,5; 11,21), el que niega a Jesús, y una en la de Judas (14,45), el que lo traiciona. «Rabbuní», forma aramea de «maestro», aparece en boca del ciego curado (10,51), figura de los discípulos.

En Mt, según su concepción universalista del nuevo Israel, los términos «maestro» y «enseñar» se refieren a la relación de Jesús con su entera comunidad. Jesús prohíbe que los suyos se dejen llamar o se llamen entre ellos «Rabbi», porque él es su único maestro (23,7s). Judas es el único que lo usa con Jesús (26,25.49).


Aunque Le distingue los dos grupos de seguidores (procedentes y no procedentes del judaísmo) dentro de la comunidad, llama «discípulos» a todos y, correlativamente, Jesús es para todos «el maestro». No aparece en Lc el apelativo «Rabbí», está sustituido en boca de los discípulos por el término «jefe» (gr. epistátés, el encargado de dirigir un grupo), que de algún modo lo traduce (5,5; 8,24.45; 9,33.49; cf. 17,13).

II. Jn presenta «maestro» y «rabbí» como equivalentes (1,38), aunque Jesús nunca se aplica el segundo. Los discípulos llaman a Jesús «Maestro/el Maestro» (4,31; 9,2; 11,8.28); también la gente (6,14). El término «Rabbí», usual para designar a los maestros de la Ley, aplicado a Jesús por los que han sido discípulos del Bautista (1,38) y por Nicodemo (3,2), se cambia en «Rabbuní» (Maestro, forma aramea) después de la resurrección (20,16). «Rabbí» fue el punto de partida, antes de conocer a Jesús; «Rabbuní» el de llegada, después que su enseñanza ha culminado dando su vida en la cruz. Jesús es maestro de un modo nuevo.

En Jn, Jesús enseña dos veces: en una reunión en Cafarnaún (6,59) y en el templo (7,14.28; 8,20). La primera vez explica la señal de los panes realizada el día antes (6,1ss), culminando su enseñanza con el anuncio del don de su carne (su humanidad) para que el mundo tenga vida (6,51) y en la exhortación a comer su carne y beber su sangre (6,53ss); contiene así los dos aspectos del mandamiento del amor (13,34), expresado en la eucaristía: el don que hace Jesús de sí mismo y la respuesta del hombre: asimilar su conducta a la vida y muerte de Jesús (carne y sangre).


La segunda vez enseña Jesús en el templo, centro de la enseñanza oficial. El saber de Jesús provoca extrañeza en los dirigentes (7,15). Su doctrina entra en conflicto con la de los dirigentes, que ejercen el magisterio oficial, para el que reclaman origen divino (9,29). 

Propone entonces Jesús la condición para ser capaz de juzgar si una doctrina procede o no de Dios: querer realizar su designio (7,17), promoviendo en el hombre la plenitud de vida (1,4; cf. 10,10); quien esté en sintonía con el designio comprenderá que su doctrina es de Dios. Por otra parte, toda doctrina que redunda en gloria o prestigio del que la propone es un invento humano; sólo es de fiar el que no busca su propia gloria, sino la del que lo ha enviado (7,18).

viernes, 9 de diciembre de 2011

MADRE.

I. La madre de Jesús aparece en los sinópticos de diversas maneras. En la infancia de Mt (caps. 1-2) aparece como figura representativa de la comunidad cristiana que ha comprendido el mensaje de Jesús, en contraste con José, figura del grupo creyente apegado a la tradición judía. 12,56s, mención de la madre, sin nombre.

En la infancia de Le aparece María, madre/origen de Jesús, como la figura representativa del Israel fiel, de «los pobres» de Yahvé. Se opone, por una parte, a Zacarías, representante de la institución sacerdotal y de la espiritualidad de la Ley (l,5s), y a José, representante de la casa de David.


En Mt y Le, «virgen», pues aún no vivía con su esposo José (Mt 1,18.23; Le 1,27.34). La concepción por obra del Espíritu Santo se anuncia en Lc 1,35 y se explica a José en Mt 1,20. Es el Espíritu creador: con Jesús comienza una humanidad nueva. En Lc, el ángel Gabriel da a María el título de «favorecida» o predilecta de Dios (1,28; cf.30), asegurándole el apoyo divino (ibid.), y le anuncia que será madre del Mesías, Rey eterno, Hijo de Dios (1,32). María visita a Isabel, su pariente, que estaba encinta; ésta la saluda como la bendita entre las mujeres (Lc 1,39-45). María, representante de «los pobres de Yahvé», expresa poéticamente su agradecimiento a Dios (1,46-50) y describe la acción de Dios, que va a ponerse de parte de los humildes y de los pobres, contra los poderosos y los ricos (1,51-55; cf. 6,20s.24s). Parto en Belén (Lc 2,4-7); se la menciona con su hijo (Mt 2,11; Le 2,16); recuerda lo que va sucediendo y reflexiona sobre ello (Lc 2,19.51). Simeón se dirige a ella (Lc 2,34s); trágico fracaso de sus expectativas (2,35).

En Mc, la madre de Jesús aparece como figura de su origen, el pueblo de la montaña de Galilea, que, aferrado a su exaltado nacionalismo, no le da su adhesión. Va con los parientes de Jesús a apoderarse de él por estimar que estaba loco (Mc 3,20s.31-3S; cf. Mt 12,46). La gente la menciona en la visita de Jesús a su pueblo (Mc 6,3 par.).

II. En Jn, la madre de Jesús aparece en tres lugares: Caná (2,1ss), Cafarnaún (2,12) y al pie de la cruz (19,25-27); se la menciona, además, en 6,42.

En las dos primeras escenas no se menciona su nombre. Como en Lc 1 es la figura femenina representativa del Israel fiel a la alianza (la masculina es Natanael, 1,4Sss; 21,2), del que Jesús ha tenido su origen humano. Lo mismo en 2,12, donde aparece en compañía de «los hermanos» de Jesús (<<su gente»), que no lo aceptarán como Mesías , y de los discípulos. Al culminar «la hora» de Jesús  al pie de la cruz, la madre/resto de Israel es integrado en la nueva comunidad universal, representada por el discípulo predilecto (19,26s).

III. En Hch 1,14 María forma parte del grupo que espera la llegada del Espíritu.

LUZ.

I. La metáfora de la luz se encuentra en Mt 4,16, citando a Is 9,1, y se aplica a Jesús. En 5,14-16 traslada a los discípulos lo que se decía de Jerusalén y del templo (Is 49,5); es la gloria de Dios, su amor de obra (5,16), la luz que debe brillar en ellos. En Lc, Jesús es la luz de las naciones (2,32).

II. En J n e! símbolo de la luz se encuentra en todo e! evangelio. Para Jn, la luz es e! resplandor de la vida (1,4); no existe, por tanto, una luz anterior a la vida, es la vida misma en cuanto se impone por su evidencia y puede ser conocida. La luz-vida precede la aparición de la tiniebla (1,5), agente hostil que pretende sofocarla (1,5). Si luz = vida, tiniebla = muerte.

a) La vida que brilla como luz es el contenido del proyecto de Dios (1,4). Su brillo ha sido constante, es decir, el hombre ha sentido siempre e! deseo de plenitud a que lo llama el proyecto divino, del que su mismo ser es ya una expresión, puesto que todo ha sido creado según ese proyecto/Palabra (1,3). Sin embargo, la humanidad en general lo ha rechazado (1,10): la mayoría de los hombres ha reprimido el deseo de plenitud, sometiéndose a la tiniebla (1,5). Este rechazo será llamado «el pecado del mundo» (1,29).

La luz de la vida, única luz verdadera, que guía los pasos del hombre, se opone a las falsas luces, en particular a la Ley, llamada luz en el AT (Sal 109,105; Sab 18,4; Eclo 45,17 LXX) y en el judaísmo.

La luz equivale metafóricamente a «la verdad». Se desprende, pues, de lo dicho, que para el hombre la única verdad es la plenitud de vida contenida en el proyecto divino, que le manifiesta al mismo tiempo la realidad del amor de Dios y la plena realidad del hombre. La tiniebla, por su parte, que se opone directamente a la luz/verdad y así impide la vida, es un agente de mentira (8,44): oculta al hombre el proyecto de Dios sobre él y, proponiéndole otros objetivos, le hace imposible alcanzar la plenitud.

b) La luz/vida, contenido del proyecto de Dios (1,4), se encarna en Jesús, proyecto divino realizado (1,14). Así él es la luz del mundo, es decir, la vida de la humanidad (8,12; cf. 9,5; 12,3Ss.46).


Existe una correlación entre los binomios «luz-vida» y «gloria-amor leal». En ambos casos, el término que lleva en sí el rasgo de «luminosidad» (luz, gloria) denota la manifestación y la evidencia del término sustantivo (vida, amor leal). La luz/verdad es así el brillo de la vida; la gloria, el del amor leal. Vida y amor se identifican; lo mismo gloria y luz.

La ausencia de luz (noche) significa la ausencia de Jesús, que el hombre no se deja iluminar por Jesús (3,2; 9,4; 11,9s; 12,3Ss.46; 21,3).


c) Ante la alternativa luz/vida - tiniebla/muerte, la adhesión a Jesús se presenta como la opción por la luz/vida (3,19-21). El rechazo de la luz procede del perverso modo de obrar (3,19), opuesto a «practicar la lealtad» (= el amor leal). Aparece así la realidad del juicio: es el hombre mismo el que con su opción por la tiniebla se da la sentencia.

La iluminación o conocimiento de la verdad se expone narrativamente en el episodio del ciego (9,1-37).

III. En las cartas se habla de «pertrecharse para actuar en la luz» (Rom 13,12, lit. «revestirse de las armas de la luz») , de «los hijos de la luz». Dios habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16). En 1 Jn 1,5 se afirma que Dios es luz, como después se afirma que es amor (4,8).

LIBERTAD.

I. En los evangelios no aparece el sustantivo eleuthería, «libertad de/liberación», aunque sí el verbo (liberar) y el adjetivo (libre) correspondientes, refiriéndose a la acción de Jesús (Jn 8,33-36). La liberación puede formularse como «rescate» (Mc 10,45 par.), pero la gran figura para ella es el éxodo, a cuya luz se interpreta la obra de Jesús en los cuatro evangelios. La figura del éxodo comprende la salida de la tierra de opresión (en Mt, Mc y Jn, el territorio judío; en Lc, Jerusalén)  y la llegada a la tierra prometida (el reino de Dios, la sociedad alternativa).

Aparece con frecuencia en los evangelios el sustantivo exousía, «libertad/autoridad para» (Mc 1,22.27 par.; 2,10 par; 3,15; 6,7; 11,28s.33 par.; Jn 5,27; 10,18, etc.). De hecho, describen a Jesús como soberanamente libre en su medio ambiente. Su libertad dimana de su identificación con el Padre, cuyo designio y reinado es lo único que importa; todo otro valor es relativo.

Nunca muestra servilismo hacia los poderosos (Lc 13,32; Mt 21,23-27 par.), como lo reconocen sus mismos enemigos (Mt 22,16 par.); no respeta las discriminaciones sociales (Mc 1,39-45 par.; 2,15-17 par.; 5,23b-34 par.; Lc 7,36-50; cf. Mt 11,,19 par.; Lc 19,6). Elige para el grupo de los Doce hombres de diferentes tendencias (Mc 3,13-19 par.).

En su modo de enseñar no sigue el método tradicional (Mc 1,22 par.), no se somete a escuelas de exégesis (Mc 12,35-37 par.), de moral (Mc 10,1-12 par.) ni de teología (Mc 12,18-27 par.); omite versículos del AT que no concordaban con el mensaje (en Mt 11,5, Is 35,4b o 61,2b; en Lc 4,19, Is 61,2b); denuncia a los líderes en público (Mt 23 par.); rechaza la adulación (Mc 10,17s; Mt 22, 16-18); no busca la popularidad (Mc 1,35-39; 6,45; Jn 7,3-6) y el poder (Mt 4,8-10 par.; Jn 6,15).

Libera de! pecado (Mt 9,2-6 par.; Lc 7,48; Jn 8,34-36), de los espíritus inmundos o ideologías fanáticas (Mc 1,23-28 par.; 5,2-20 par.; 7,24-30 par.; 9,14-29 par.) y de la misma muerte (Mc 5,40-42 par.; Lc 7,14s; Jn 11,43s). Viene a liberar a los cautivos (Lc 4,18) y restituye al hombre su dignidad (Mc 5,15).


 II. En Jn 8,32 dice Jesús a «los Judíos» que la verdad hace libres; por otra parte, la libertad se recibe de! Hijo (8,36) y saca de la condición de esclavo, que es la propia de! que practica e! pecado (8,34). «La verdad», en cuanto conocida, es la experiencia del amor de Dios, quien, por medio de Jesús, comunica al hombre su Espíritu, principio de vida. Al participar e! hombre de! amor característico de Dios (4,24), se encuentra en la condición de hijo. La intimidad y confianza con Dios, que ya no aparece como Soberano, sino como Padre, libera al hombre de toda otra sumisión, haciéndolo libre y señor de sí mismo.

La experiencia de vida y libertad que produce e! Espíritu es la única que relativiza los demás vínculos y libera de ellos; por eso no basta la adhesión de principio al mensaje de Jesús, sino que se requiere una opción eficaz en favor de los hombres, rompiendo con e! sistema de injusticia (8,23) Y practicando e! amor conforme a su mensaje (8,31); sólo entonces poseerá e! hombre «el Espíritu de la verdad» (14,16; 15,26;16,13) que lo hace libre.


La libertad que da e! Espíritu supera la libertad de opción; ésta es condición previa para adherirse a Jesús. Ser libre significa poder expresar sin restricción alguna e! amor generoso y fiel (1,17) que constituye e! dinamismo de! hombre-espíritu (3,6). El amor lleva al don de sí mismo y se expresa en él (10,11.15.17; 15,13); para poder darse, el hombre ha de ser dueño de sí mismo y de su propia vida; la suprema libertad se adquiere cuando se pierde el miedo a la muerte (12, 24s).

Símbolo de libertad en la cultura judía era comer reclinado a la mesa (Mc 2,15; 14,18; d. 6,39; 8,6 par.; Jn 12,2; 13,13.23; cf. 6,10s). En Jn, e! don de la libertad se explicita en e! lavado de los pies. Jesús, «el Señor”, al prestar a los suyos un servicio propio de siervos (13,4s), los eleva a la categoría de «señores», es decir, de hombres libres. Con esto les enseña cómo han de procurar la libertad y dignidad de los hombres: con el servicio por amor. Este servicio no se opone a la dignidad ni a la libertad propia: Jesús, después de prestarlo, vuelve a recostarse a la mesa, tomando de nuevo la postura del hombre libre (13,12). La libertad está incluida en el concepto de «amigo», opuesto al de «siervo» (15,15).

Obstáculo a la libertad es el miedo (7,13; 9,22); otro obstáculo es la sumisión a las opiniones de los dirigentes (7,25-27). El sometimiento de! pueblo se realiza principalmente a través de la enseñanza oficial de la Ley (12,34), que lo ciega (12,35: la tiniebla).

III. Según los escritos paulinos, Jesús Mesías libera en primer lugar de la esclavitud al pecado (Rom 6,7.16-20.22), que lo es a la muerte (Rom 5,21; 6,16; 1 Cor 15,56; Flp 3,20s; cf. Jn 8,21.24; Ap 20,14; 21,4), mediante el don del Espíritu (Rom 8,2).No desaparece la posibilidad de pecar, sino la compulsión a pecar (Rom 6,11; 1 Cor 5,7s; Gál 5,25; cf. Rom 7,14), e! dominio de los bajos instintos (Rom 8,12s; Gál 5,19-21). Liberar de los bajos instintos incluye liberar de la Ley que los fomenta (Rom 6,14; 7,5s; Gál 2,19; 5,1.16-18).

La libertad cristiana, que es total (1 Cor 6,12; 10,23), se limita ella misma por e! sentido de responsabilidad hacia uno mismo (1 Cor 6,12) o hacia el prójimo (1 Cor 10,23; Gál 5,13; cf. Rom 14,15). Donde hay Espíritu de! Señor, hay libertad (2 Cor 3,17; cf. Rom 8,15; Gál 4,6s). Los débiles en la fe se escandalizan de la libertad (Rom 14,1-4.15) . Pablo defendió la libertad en la asamblea de Jerusalén (Gál 2,4-8) Y ante Pedro en Antioquía (GáI2,11-21).

LEY.

I. Uso de los términos:

a) «Ley y Profetas» AT en cuanto profecía (Mt 5,17; 11,13) o en general (Mt 7,12; 22,40; Lc 24,44; Hch 13,15; 28,23; Rom 3,21), a veces simplemente «Ley» = AT (Jn 12,34).

b) «Ley» Ley escrita, el código legal del AT, en relación con la antigua alianza; exigencias principales: justicia, compasión, buena fe (Mt 23,23).

c) Ley moral en general, por oposición a la ley civil (Rom 13,8.10; cf. 7,1). Impropiamente, por oposición a b), la «ley» del Espíritu (Rom 8,2), «ley» de Cristo (Gál 6,2).

d) En Jn el término «Ley» se refiere casi siempre al código legal (1, 17; 7,49.51; 8,17; 18,31; 19,7); en dos ocasiones designa textos de salmos (10,34; 15,25); otra vez puede referirse a textos históricos o proféticos sobre el reino perpetuo del descendiente de David (12,34).

e) En los evangelios, hay que distinguir entre los términos ta sábbata (Mc 1,21b; 2,23.24; 3,2.4, etc.), que significa el día de sábado (a veces, la semana, cf. Lc 18,2), Y to sábbaton, que significa el descanso de precepto propio de un día festivo y el precepto mismo (Mc 2,27s par.; 6,2; 16,1 par.; Jn 5,9b.10.16.18; 7,22.23; 9,14.16). La distinción se percibe claramente en Mt 12,6: «los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo». En Jn 19,31 se menciona dos veces el día de precepto, con doble sentido: desde el punto de vista de «los Judíos» es el descanso de precepto propio de su Pascua (<<para que no se quedasen, etc.»), pero J n contrapone a éste el descanso de la verdadera Pascua, la de Jesús (<<era solemne»; cf. 7,39), que coincide con el descanso divino terminada la creación (cf. 19,30: «Queda terminado»).


II. En los evangelios, nunca recomienda Jesús la observancia de la Ley como tal (en Mc  no aparece el término «Ley»). En Mt declara insuficiente la observancia minuciosa y casuística de letrados y fariseos (5,20); éstos buscaban una obediencia a Dios más extensa, multiplicando los preceptos; Jesús, una fidelidad más intensa, más allá de los preceptos; declara que Dios pide actitudes, en vez de fidelidad literal a normas (5,21-48). Para el fariseo, la Ley escrita expresaba la voluntad de Dios; para Jesús, la experiencia del amor de Dios y la conciencia de su designio se hace norma (cf. Jn 4,34; 6,38-40; Rom 12,2).


La Ley, junto con los profetas (el Antiguo Testamento), contiene la gran aspiración del reinado de Dios que Jesús viene a realizar (Mt 5,17). Los libros de la Ley, en particular, se centran en el éxodo, la liberación de la opresión acaecida a los israelitas; el antiguo éxodo era tipo del éxodo definitivo que había de realizar el Mesías (Mt 5,18).

En cuanto código, Jesús no sólo interpreta la Ley escrita, sino que la corrige (Mt 5,21-48), considerándola imperfecta, demasiado exterior para llevar a una moralidad profunda (ira, adulterio) o primitiva y poco exigente, incapaz de promover las rectas relaciones humanas (juramento, talión, discriminación). Como norma moral, Jesús resume el AT (la Ley y los profetas) en el amor activo al prójimo (Mt 7,12). Rechaza la Ley oral (Mc 2,23-28 par.; 7,1-8 par.; Lc 11,38), a la que niega todo origen divino (Mc 7,7).

Mt 21,28-32 presenta la observancia de la Ley por parte de los dirigentes como un sí exterior e hipócrita, que esconde un rechazo de la voluntad de Dios manifestada. Lc 15,29 presenta al hijo meticulosamente observante (figura de los fariseos) como falto de toda libertad, con espíritu de esclavo, no de hijo; 18,9-14 muestra cómo el orgullo corrompe la observancia, que aleja de Dios.

El dilema que Jesús plantea a los fariseos es éste: ¿Qué prevalece como voluntad divina, el bien del hombre o la observancia de la Ley? (Mc 3,1-7a par.) Jn establece la oposición entre la Ley y el amor (Jn 1,17). Jesús se distancia de la Ley (8,17; 10,34; 15,25). Por eso, los mandamientos que hay que cumplir no son ya los de la Ley, sino los de Jesús (14,15.21;15,10), que se resumen en el del amor mutuo (13,34s; 15,12.17; cf. Mt 7,12). En Mc, el mandamiento de Jesús se formula como «mantenerse despierto» (13,35.37), que significa estar dispuesto como él a llevar la entrega hasta el fin (14,34.38).

III. a) En Jn, la Ley presenta dos aspectos: en cuanto código legal pertenece a la etapa preparatoria que termina con la llegada del Mesías (1,17; 7,23); por eso Jesús no la considera suya (7,19; 8,17). A la Ley externa sucede la Ley interna (Jr 31,31; Ez 36,26s), el amor leal (1,17; cf. 13,34; 15,12.17), el Espíritu (19,30.34). El cambio de alianza y, por tanto, de Ley, se anuncia en la escena de Caná (2,1-11). 

En cuanto incluye todo el AT, se llama «La Escritura» por ser anuncio, preparación o figura de los días del Mesías; cuando se la llama «Ley» adquiere a menudo sentido peyorativo: es la Ley absolutizada (3,31ss) que se ha convertido en instrumento de poder y opresión (5,9b-18; 9,14.16); el desconocimiento de la Ley reduce al pueblo a la condición de «maldito» (7,49) y lo somete a los maestros.

b) Jesús acusa a los dirigentes de no cumplir la Ley de Moisés (7,19; cf. 7,51; 10,34); la utilizan para sus propios fines (7, 23). En manos de los dirigentes se convierte en instrumento del odio; Jesús resume el mensaje (gr. logos) de esa Ley deformada en la actitud de odio que causará su muerte (15,25); de ahí que la Ley provea la acusación para darle muerte (19,7). Símbolos de la Ley en Jn son las tinajas de piedra de Caná (cf. las tablas de la Ley); el pozo de Jacob, cuya agua no calma la sed (4,14); la vasija llena de vinagre al pie de la cruz (19,29: vinagre del odio opuesto al vino del amor; cf. 15,25).

c) Por oposición a la antigua Ley, el código de la nueva alianza es, objetivamente, Jesús mismo crucificado, paradigma del amor al hombre (19,20; cf. 13,34); subjetivamente, el Espíritu recibido, que interioriza a Jesús e identifica con él.  Jesús, luz del mundo (8,12), se opone a las falsas luces, en particular a la Ley (cf. Sal 119,105; Eclo 45,17 LXX; Sab 18,4). Cada uno de los miembros de la frase: «yo soy el camino, la verdad y la vida» (14,6) se opone a una manera de designar la Ley (Dt 5,33; Sal 119,1.5.29.33.160; Dt 32,47; Sal 119,37.93.149.154).

La observancia de la Ley no es base para el reino de Dios, que será realizado por la infusión del Espíritu (3,3.5.6).

IV. En su actividad, nunca aparece Jesús preocupado por observar la Ley; al contrario, no hace caso del día festivo (Mc 3,1-7a par.; Lc 13,10-17; 14,1-6; Jn 5,1.9b.10; 9,14); no respeta las prescripciones sobre lavados rituales (Lc 11,38) y aprovecha la extrañeza que causa su conducta para atacar la hipocresía (ibid. 39-41); denuncia la observancia minuciosa que encubre la violación de lo esencial (Mt 23,23s; Lc 11,42); declara inválidas las prescripciones del A T sobre la distinción de puro e impuro (Mc 7,18s par.; Rom 14,14), que él mismo había violado tocando a un leproso (Mt 8,3 par.); rechaza la concepción farisea del sábado (Mc 2,23-26 par.), declara que el Hombre es superior al precepto (Mt; 2,27s), ataca el legalismo (Mc 3,4 par.), no reconoce validez a la Ley mosaica sobre el divorcio (Mc 10,4-12 par.).

V. En los Hechos aparece Esteban y el grupo judío-helenístico, acusado de ser opuesto a la Ley (6,13); el grupo judío palestinense, en cambio, seguía apegado a la Ley (21,20). La asamblea de Jerusalén decide contra la obligatoriedad de la Ley para los paganos que se convierten (cap 15).

VI. En los escritos paulinos se percibe el conflicto entre dos grupos cristianos: los que consideraban la Ley requisito para la salvación y los que, con Pablo, sostenían que el Mesías es el fin de la Ley (Rom 10,4; Gál 3,23-25; 4,4-5). El debate aparece sobre todo en Rom y Gál, en menor escala en 2 Cor, Flp y Col. Para Pablo, la única condición para ser rehabilitados por Dios es la fe, no la observancia de la Ley (Rom 3,28).

La Ley daba conciencia del pecado (Rom 3,20; 7,7), lo hacía proliferar (5,20), llevando a la reprobación de Dios (4,15). Era buena en sí (7,12.16), pero impracticable (&,23) por la mala inclinación del hombre (7,19-24; cf. 3,27; 4,2; Flp 3,4-6). Hacer de la Ley medio de salvación significa inutilizar la muerte de Jesús (Gál 2,21), cargar con una maldición (ibid. 3,.10.13). Es una esclavitud (Gál 5,1); hay que morir a ella para vivir para Cristo (Rom 7,4; Gál 2,19). Pablo se opone también a los preceptos ascéticos, cúlticos y rituales (Gál 4,10; 5,3; Col 2,16.21.23).

La doctrina sobre la abolición de la Ley atrajo a Pablo la acusación de inmoralismo (Rom 3,8; 6,1), a la que él responde (Rom 6,2s.1 Os.14). La exigencia profunda de la Ley se resume en el mandamiento del amor al prójimo (Rom 13,10; Gál 5,4; 6,2), pero la mortal cristiana no está codificada (Gál 5,23b), pues las exigencias del amor fraterno no pueden establecere a priori; hay que distinguir en cada caso lo que es voluntad de Dios (Rom 12,2), guiados por el Espíritu (Rom 8,14). La preocupación por la obligatoriedad de las observancias delata una fe débil (Rom 14,1-2; 15,1; 1 Cor 8,7-9; cf. Rom 14,14).

La carta a los Hebreos, apoyándose en Jr 31,33, opone la exterioridad de la Ley en el AT a la ley interior propia del NT (8,10; 10,16). Santiago habla de la Ley del Reino (2,28), de la Ley perfecta, propia de hombres libres (1,25; 2,12), que se reduce al amor al prójimo (2,8).

En general, para advertir que la Ley mosaica no contaba para las comunidades cristianas, basta examinar los exordios de las cartas apostólicas: nunca se alaba a las comunidades por su observancia ni se estimula a ella: se elogian la fe, la esperanza y el amor fraterno (por ej., 1 Tes 1,3; 2 Tes 1,3; 2 Tim 1,5; Flm 5; 1 Pe 1,7-8).

JUICIO.

I. En Mc la idea de juicio no aparece más que en 12,40, referido a los letrados (cí. Mt 23,13; Le 20,47); indirectamente, en 8,28, donde Jesús previene a sus seguidores de que no cedan ante la presión social. Según Mt 7,2 par., es el hombre quien se da sentencia al darla contra otros (cf. Sant 2,13). La idea de juicio sirve para hacer comprender la responsabilidad de los actos (Mt 12,36); las ciudades judías tienen mayor responsabilidad que las paganas (Mt 11,22-24 par.); lo mismo, la generación de Jesús (Mt 12,41s par.). Hay un juicio ejercido por los Doce, el nuevo Israel, respecto al pueblo judío (Mt 19,28; Lc 22,30); significa la acusación permanente que hace el primero del segundo, al vivir su adhesión a Jesús. 


Recogiendo el lugar común del AT (Is 13-21; 23; 24,21-23; 26,20s; 30,27-33; Jr 25,15ss; Jl 4,2ss; Am 1,3-2,16; Sof 3,8), en Mt 25,31-46 se describe el juicio de las naciones, exponiendo la norma moral según la cual los paganos que no conocen al verdadero Dios obtendrán o no la salvación. Sin embargo, no se trata de un juicio único y final, sino ejercido a lo largo de la historia. Como para el judío la salvación dependía del cumplimiento de los preceptos éticos de la Ley y de la práctica del amor al prójimo (Mt 19,16-19), así para el pagano la salvación depende de la conducta hacia los más necesitados. 



II. Las formulaciones del Evangelio de Juan son más radicales respecto al AT, eliminando por completo la idea de un Dios vengativo. El Padre no ha mandado a su Hijo al mundo/humanidad para juzgarlo/condenarlo, sino para salvado (3,17; cf. 12,47). Juicio se opone a salvación. De ahí que quien da su adhesión a Jesús no esté sujeto a juicio (3,18), no sea llamado a juicio (5,24). Es el hombre mismo quien se da su propia sentencia, si se niega a darle su adhesión, optando contra la luz-vida y en favor de la tiniebla-muerte (3,18s). 


El Padre ha delegado en el Hijo toda potestad de dar sentencia (5,27), pero la sentencia del Hijo solamente ratifica la que el hombre mismo se ha dado. Disponiendo de la vida, como el Padre (5,26), la sentencia consiste en no comunicar vida al que, por su opción contra ella, la rechaza. 


El Padre delega en el Hijo esa potestad porque es hombre (5,27); por tanto, el hecho que decide el futuro de cada uno es su actitud ante Jesús en cuanto hombre, es decir, ante el hombre como tal. Este es el criterio de juicio, también para el pasado (5,28s). Jesús ha venido a abrir un proceso contra el orden presente (9,39), pues su presencia y actividad en favor del hombre provocan una opción inevitable en favor o en contra. El resultado será doble: liberación de los oprimidos (9,39: «los que no ven, verán [la luz que es la vida]») y en conclusión definitiva de los dirigentes, que, proponiendo una Ideología  falsa, niegan la evidencia de los hechos (<<los que ven quedarán ciegos»). 


La muerte-exaltación de Jesús pronunciará la sentencia contra «el mundo/el orden presente»: «su jefe», personificación del círculo de poder judío y, más en general, de todo poder, será echado fuera (12,31s) del ámbito de la vida. 

III. Pedro habla de juicio a Cornelio (Hch 10,12) y Pablo a los atenienses (17,31). Otros pasajes: Rom 2,16; 14,10-12; 2 Tes 1,5. En Ap 14,7; 18,10 Y 19,2, el juicio significa la caída del imperio romano (Babilonia).

JUDÍOS.

I. En Mc los judíos se identifican una vez con los que siguen las observancias fariseas (Mc 7,3). Pilato llama a Jesús «el rey de los Judíos» (15,2,9.12; cf. Mt 27,11); lo mismo en la burla de los soldados (15,18; cf. Mt 27,29) Y en el título de la cruz (15,26; cf. Mt 27,37; Lc 23,38).

II. Salvo en algunos casos (4,9.22, en oposición a «samaritano»; 18,33.35.39; 19,3.19.21, en boca de no judíos), el término «judío/judíos» no tiene en Juan un significado meramente étnico, sino sobre todo ideológico. «Los Judíos» se distinguen del pueblo, que los teme (7,13; 9,22; cf. 19,38; 20,19). Designa genéricamente a los que dan adhesión activa al régimen político-religioso existente, incluyendo a los que en él ejercen una autoridad de cualquier clase (2,18; 5,10.16.18; 9,22, etc: los dirigentes; 1,19; 11,47; 19,7.12: las autoridades supremas; 8,31; 11,19; 12,11: los judíos del régimen). 

En su aspecto ideológico, la denominación «los judíos» se opone a la teológica «Israel», el pueblo de la alianza (1,31.47. 49; 12,13). «Los judíos», por su infidelidad a la alianza (5,37b-38; cf. 8,47; 10,8), son un pueblo más, como «los samaritanos» (4,39) o «los romanos» (11,48). Se comprende así por qué «los judíos» son «el mundo», y la ideología que proponen, deformación de la Ley de Moisés, es «tiniebla»; su doctrina, inspirada por la ambición, no es mejor que la de los otros pueblos. La gravedad particular del caso de Israel radica en que su situación es resultado de una apostasía.

Han convertido el templo del verdadero Dios en un templo idolátrico (2,16).

Motivo particular de escándalo para «los Judíos» es la realidad del Hombre-Dios (5,18; 6,41s; 10,33; 19,7). Ignorando el amor de Dios, han excavado un abismo entre él y el hombre, sin comprender el proyecto creador, la condición divina del hombre. 

III. En Hch designa a los practican la religión judía (2,5.10.14), enemigos encarnizados de Pablo (9,23; 13,50; 14,2; 18,12; 20,3; 21,11; 23,12; 25,7), que muestran su incredulidad hasta el final (28,19.29). «Sinagogas de los judíos» (13,5; 14,1; 17,1.10). 

En Rom 1,16 se afirma la precedencia de los judíos para recibir el mensaje, aunque Pablo afirma la igualdad de judíos y paganos para la fe (10,12; cf. Gál 3,28). La cruz, escándalo para los judíos (1 Cor 1 22s).

viernes, 25 de noviembre de 2011

JUDEA.

En Mc 1,5, “el país judío”; id. En Lc 1,5; 4,44. En Mc, Mt y Jn, el país judío es el punto de partida del éxodo de Jesús; de ahí el simbolismo del «mar de Galilea», paso hacia los paganos, camino del éxodo. En Le, en cambio, el éxodo tiene como punto de partida Jerusalén (9,31), por eso Lc habla del «lago» (no del «mar») de Galilea (5,2).

En Jn, la tierra de Judea (3,22) o Judea (4,3.47; 7,2.3; 11, 7) es el lugar donde es rechazado y perseguido Jesús (4,1-3) y donde corre peligro de muerte (7,2; 11,7). Éxodo simbólico: atravesar el mar de Galilea (6,1: alusión al éxodo de Moisés fuera de Egipto) o el río Jordán (10,40: alusión a la entrada de Josué en la tierra prometida; cf. Jos 3-4), indicando que el territorio judío se ha convertido en tierra de opresión. Después de la condena de Jesús se indica su retirada a una ciudad llamada Efraín (11,54), aludiendo esta vez a la herencia de Josué el liberador, situada fuera de los confines de Judea (Jos 19,49s LXX).

JUDAS.

I.                    En Mt y Mc existe un solo Judas en la lista de los Doce (Mc 3,16-19; Mt 1?,2-4); en Lc y Juan, dos, el Iscariote y otro (Lc 6,16: Judas de Santiago; Jn 14,22: el otro Judas, no el Iscariote). Siendo Judas una figura representativa de pueblo judío (paralelo Judas/Judea/Judío), esta diferencia puede significar que para Mt y Mc la practica totalidad del pueblo judío ha traicionado a Jesús mientras  a Lc y Jn ha habido en el pueblo una doble respuesta, positiva y negativa.

II.                   a) En Mc, se anuncia la traición de Judas en la lista de los Doce (cf. Mt 10,4; Lc 6,16); la forma aramea Iskariôth (Mc 3,19; Lc 6,16; cf.Mt 10,4 y Jn 12,4: Iskariôtês), que significa «hombre de la aldea», está en relación con el simbolismo de «la aldea» en Mc: el pueblo que hace suya la ideología de poder del círculo dirigente y se somete a él. Judas aparece  como un oportunista: al principio cree en la victoria de Jesús sobre la institución y le da su adhesión sin renunciar a sus ambiciones. Cuando la oposición a Jesús hace prever su muerte inmediata (14,1s), Judas se pasa de nuevo al sistema injusto, ofreciendo la vida de Jesús a cambio de la propia incolumidad (14,10s). Lc sigue la línea de Mc (22,3-6). En Mt el motivo de la traición es el dinero (226,14-16) Y Judas comete suicidio (27,3-10).           '               ,

b) En Jn, desde la primera vez que aparece Judas se apunta la causa de su traición: es enemigo (6,70s). Esta calificación pone a Judas en relación con «el Enemigo/diablo», el dios-dinero entronizado en el templo, origen y principio inspirador (padre) del círculo de poder y de su falsa Ideología (8,44). Judas ha adoptado como principio que guía su conducta el provecho personal.

En la cena de Betania, Jn le aplica el calificativo de «ladrón» (12,6; cf.10,1.8.10, de los dirigentes). En vez de compartir, se apodera de lo que pertenece al grupo y, bajo pretexto de beneficencia, quiere aumentar su riqueza personal; es mentiroso (12,6), como el Enemigo (8,44).

En la Cena, Judas se encuentra bajo el influjo del Enemigo, que lo ha inducido a traicionar a Jesús: la ambición lo incita (13,2). No está limpio (13,11; cf. 15,3). Jesús alude a la hipocresía de Judas, que come el pan con él y lo traiciona (13,17); sin embargo, le muestra su amor hasta el fin (13,26). Judas se encuentra ante su última opción: o aceptar a Jesús, asimilándose a él, o tomar su vida para entregarla; se asimila a Satanás (13,27) y se convierte en homicida (cf. 8,44).

Al contrario que en Mt 26,47; Mc 14,43; Lc 22,47.52, donde Judas va a prender a Jesús acaudillando una multitud enviada por las autoridades judías, en Juan va a la cabeza  de las tropas pertenecientes a los poderes judío y pagano (18,3).