lunes, 2 de enero de 2012

VIDA CRISTIANA.

En las cartas se encuentran muchas directrices comunes sobre la conducta cristiana (Rom 13,13; 1 Tes 4,1; Sant 3,17; 1 Pe 1,15) y sobre la relación con los no cristianos (Rom 12,17; Col 4,5; 1 Tes 4,12; 1 Pe 2,12; cf. Mt 5,16), que hacen probable la existencia de una catequesis primitiva.
Las exhortaciones son negativas (lo que hay que evitar) o positivas (rasgos de la vida cristiana):

a) El cristiano ha de romper con la idolatría y los vicios paganos, producto de la «ignorancia- (Ef 4,17-19; Col 3,5-7; 1 Tes 4,5; 1 Pe 1,14), sobre todo con la inmoralidad (1 Cor 5,9-11; 6,9s; Ef 4,17-19; 5,5; Col 3,5-7; 1 Tes 4,3.5; 1 Pe 1,14; 2,11; 3,10-12; 4,2; cf. Hch 15,29) y la crápula (Rom 13,14; 1 Tes 5,7; 1 Pe 4,3; cf. Lc 21,34), con la codicia o amor al dinero, calificada de idolatría (Ef 5,5; Col 3,9), con la mentira (Ef 4,5; Col 3,9), ira e inquina (Ef 4,31; Col 3,8), con toda clase de mal (1 Tes 5,22), no devolviendo mal por mal (Rom 12,17; 1 Tes 5,15; 1 Pe 3,9-11).
b) La parte positiva se resume en la vida consagrada o vida del Espíritu (1 Tes 4,3.4.7; 2 Tes 2,13; 1 Pe 1,2.15s; cf. Lv 19,2), que se actualiza en el amor fraterno (Rom 12,9s; 13,8-10; 1 Cor 13,1-13; 14,1;16,4; Gál 5,13s.22; Ef 4,2.15; 5,2; Flp 2,2; Col 2,2; 3,14; 1 Tes 4,9; Sant 2,8; 1 Pe 1,22; 4,8). La comunidad cristiana se mantiene unida por el amor y servicio mutuo (1 Pe 4,8-11), con humildad y modestia (Rom 12,3-8; 1 Tes 5,12s; 1 Pe 5,5), con paciencia, bondad, perdón (Ef 4,2; Col 3,12s; 1 Tes 5,14; 1 Pe 3,8), alegría (Rom 12,12; 2 Cor 1,24; Flp 4,4; 1 Tes 5,16), concordia y paz entre los cristianos (Ef 4,3; Col 3,15; 1 Tes 5,13; 1 Pe 3,8) y con todos (Rom 12,18).


Tal es la respuesta del cristiano al Espíritu y a la gracia que ha recibido (1 Cor 3,16s; Ef 4,30; 1 Tes 4,8; 1 Pe 2,1-3), viviendo su fe en la alabanza y acción de gracias a Dios Padre (Ef 5,20; Col 3,17; 1 Pe 2,9; Heb 13,15s y buscando su voluntad (Rom 12,1s; Ef 5,17; Elp 1,10; 1 Tes 5,17s), constante en la oración y en la vigilancia, sobre todo en los tiempos de prueba (Rom 13,12; Ef 6,18; Col 4,2s; 1 Tes 5,17; 1 Pe 4,7s).

c) Se dan instrucciones particulares para los diferentes estados: maridos y mujeres (Ef 5,22s; Col 3,18s; Tit 2,4s; 1 Pe 3,1-7), padres e hijos (Ef 6,1-4; Col 3,20s), esclavos y amos (Ef 6,5-9; Col 3,22-4,1; 1 Pe 2,18-25); actitud ante las autoridades civiles (Rom 13,1-7; 1 Pe 2,13-17).
d) La vida cristiana se expresa con el símbolo de «vivir en la luz»

(Rom 13,11-13; Ef 5,8; Flp 2,15; Col 1,13; 1 Tes 5,5; d. Heb 6,4; 1 Jn 1,7), sin tapujos (2 Cor 4,2), o bien ron el de «hombre nuevo» (Ef 4,24; Col 3,10) o «nueva humanidad» (2 Cor 5,17; GáI6,15; Ef 2,15).

VIDA.

I. No existe en Mt, Mc y Jn un término abstracto para designar la vida física. El gr. psykhe es un concreto que denota al individuo humano en cuanto vivo y consciente; de ahí que a menudo equivalga en el uso al pronombre reflexivo (Mc 8,35 par.; Jn 10, 11.15.17.24; 12,25.27; 13,37s; 15,13).
La psykhe aparece como objeto de entrega, significando que el hombre se entrega o entrega la propia vida (Mc 10,45 par.; Jn 10,11.15.17; 15,13). Todo discípulo ha de estar dispuesto a arriesgar su vida en medio de! mundo hostil, así se conserva él mismo para una vida definitiva ( = salvación, d. Mc 8,35 par.; Mt 10,39; Jn 12,25). Paradójicamente, la entrega de sí mismo hace que e! hombre se recobre con una nueva calidad de vida Un 10,17; 12,25). La entrega, que es total, no es un acto único y final, se realiza en cada circunstancia Un 10, 11.15ss: «me entrego", presente). «Entregarse" o «morir" Un 12,24) significan el don total de sí a que lleva continuamente la exigencia del amor (e! Espíritu); la experiencia de «recobrar la vida" se verifica también en cada ocasión; al entregarse, el hombre vuelve a encontrarse con su nueva identidad de hijo de Dios: la entrega propia de! amor gratuito lo hace semejante al Padre.

La capacidad de entregarse o entregar la propia vida supone ser dueño de ella (10,18), lo mismo en Jesús que en e! discípulo. La entrega es condición para el fruto (Jn 12,24).
II. En Mt, Mc y Jn, e! término gr. zoe significa no simplemente «vida» sino «vida definitiva" (cf. Mt 19,16s), no sujeta a la muerte, lleve o no e! adjetivo (Mt 7,14; 18,8s; 19,29; 25,46 par. en Mc). En Lc, si no va calificado, significa la existencia terrena (12,15;16,25; cf. «vida definitiva» en 10,25; 18,18). "Vida definitiva» = salvación, Reino, etapa final de! Reino. El judío la obtiene practicando e! amor al prójimo (Mt 19,16-19 par.); lo mismo e! pagano (25,34-36; Lc 10,15-28).

III. a) El Espíritu, la fuerza de amor del Padre, comunica vida definitiva (Jn 6,63; cf. 4,14; 7,37-39); es el nuevo principio vital que el Padre infunde por medio de Jesús (5,21; 19,30; 20,22; cf. 19,34). Recibir la vida definitiva equivale a un nuevo nacimiento (3,3.5.6), a «nacer de Dios" (1, 13).
b) La condición para recibir la vida y poseerla es la adhesión a Jesús en su calidad de Hombre levantado en alto, es decir, de hombre que da su vida para salvar a los hombres de la muerte (3,14s), y de Hijo único de Dios, el don que prueba el amor de Dios a la humanidad (3,16). En otras palabras, la condición es reconocer el amor de Dios expresado en la muerte de Jesús y, viendo en él el modelo de Hombre, tomar ese amor por norma de la propia vida (cf. 13,34).

c) Para el hombre, la única luz o verdad es la vida misma (Jn 1,4), e! esplendor de la vida. Se deduce que Jesús no viene a revelar una verdad independiente de la vida; revela la verdad comunicando vida, cuya experiencia y evidencia constituyen la verdad.
d) La vida definitiva es aquella que, por su calidad, supera la muerte física (8,51). Al hacer suyo e! mensaje de Jesús, el hombre pasa de la muerte a la vida (5,24). Este paso explica que quien ha recibido la vida por la adhesión a Jesús no esté sujeto a juicio (3,18; 5,24). La permanencia de la vida a través de la muerte es lo que se llama «resurrección» (11,25s) .

IV. En e! Apocalipsis, árbol de la vida (2,7; 22,2.14.19), corona de la vida (2,10), registro de los vivos (lit.: libro de la vida, 3,5; 13,8; 20,12.15; 21,27), agua de vida (7,17; 21,6; 22,1.17); Jesús, e! que está vivo (1,18), Dios que vive por los siglos (4,9s; 10,6; 15,7).

VERDAD.

I. Término propio de Jn (cf. Mc 5,33; 12,14 par.). En este evangelio, el término gr. alêtheia corresponde al hebr. 'emet, cuyo sema central es el de «firmeza, seguridad», y adopta sus mismas acepciones. Según los contextos significa «verdad» (8,32; 18,37) o «fidelidad/lealtad», sobre todo si forma hendíadis con otro sustantivo (1,14.17: kháris; 4,23s: pneuma).
II. a) La verdad de Dios es la realidad divina en cuanto se manifiesta y puede ser conocida por e! hombre. Lo que el hombre percibe de ella es un amor sin límite (3,16); ese amor es, por tanto, la verdad de Dios. A esto corresponde la definición «Dios es Espíritu» (4,24), es decir, fuerza y actividad de amor. El amor leal (1,14) o Espíritu es la actividad vivificante (6,63) propia de la vida. La realidad divina es, por tanto, una vida que se define por la actividad de! amor y se manifiesta en ella. La verdad, como su símbolo «la luz», es e! resplandor, la evidencia de la vida (1,4).

b) Jesús es la verdad (14,6) por residir en él plenamente la vida divina (el Espíritu/amor), que ha realizado plenamente su realidad humana. En particular, su muerte voluntaria revela quién es Dios: el Padre que ama al hombre gratuitamente (gr. kháris) y hasta el fin (gr. alétheia); al mismo tiempo revela lo que es el hombre según el proyecto de Dios: el Hijo que es capaz, como el Padre, de un amor gratuito hasta el límite (15,13). «La verdad» o realidad de Dios y del hombre es, por tanto, la misma: el amor gratuito y fiel. La alétbeia es así la fidelidad del amor; resalta en ella su rasgo fundamental: la «firmeza/seguridad» última es la fidelidad de! amor de Dios (e! Padre), manifestada en la muerte de Jesús (e! Hijo. La misión de Jesús consistía en dar testimonio de esa verdad (18,37).
c) Para conocer la verdad de Dios, el hombre ha de entrar en contacto con la vida divina presente y activa (amor leal) en Jesús, experimentando en sí mismo los efectos de ese amor. De este modo, la verdad, desde el punto de vista del que la conoce, se identifica con la experiencia de vida que produce en él el Espíritu (principio de vida). Recibido de Jesús (8,32). Ella descubre al hombre la verdad sobre Dios, al que conoce como al Padre que lo ama sin límite, y la verdad sobre sí mismo, comprendiendo la meta a que lo llama el proyecto del amor del Padre, realizado en Jesús. Por eso, «el Espíritu de la verdad» (155,26; cf. 14,17; 16,13; 20,22) es el Espíritu de amor, que produce la experiencia de vida que ilumina al hombre.                 .

Dios no es objeto de conocimiento abstracto, se le conoce solamente como sujeto de relación personal de amor (Padre) (17,3). El vínculo de amor, el Espíritu, hace al hombre «hijo de Dios».
La condición para conocer la verdad es atenerse al mensaje de Jesús (8,31s), e! del amor demostrado en una actividad como la suya (cf. 9,4; 13,34); esto supone la ruptura con «e! pecado» (8,21), la pertenencia «al orden este», e! sistema de injusticia (3,23). En otras palabras, no puede experimentar el amor de Dios quien no está dispuesto a amar.

d) Si la verdad es la realidad divina manifestada en el amor que da vida, la mentira, propia de los que no proceden de Dios (8,47.55), sino de! padre de la mentira (8,44), es la imagen de un dios que impide o disminuye la vida de! hombre. Verdad es el Dios-amor (3,16), el Padre (17,3) que engendra hijos libres (8,36) comunicándoles su mismo Espíritu (1,13; 3,6). Mentira es el dios-temor que somete al hombre y lo mantiene en la condición de esclavo. La mentira se impone desde fuera; es una doctrina que propone como plenitud lo que es de hecho privación de vida, que llama vida a lo que es muerte.
e) El Espíritu guiará a los discípulos en la verdad toda. A diferencia de la enseñanza de! Espíritu, que recuerda y hace penetrar todo lo que ha dicho Jesús (14,26), esta labor no mira al pasado, sino al futuro (16,13), interpretando lo que significa en la historia la obra de Jesús, para orientar a los discípulos en la misión.

III. Opresión de la verdad (Rom 1,18); verdad de Dios (Rom 1,25); fidelidad (Rom 15,8); del Mesías (2 Cor 11,10); del evangelio (Gál 2,5.14); mensaje de la verdad (Ef 1,13); sinceridad (Ef 6,14); conocimiento (Heb 10,26); Espíritu de la verdad (1 Jn 4,6; cf. 5,6).

UNIDAD.

I. Para designar la unidad usa Jn varias expresiones: «ser uno» (gr. ben einai), que se dice de Jesús y del Padre (10,30) y que se espera igualmente de los discípulos (17,11.21); de esta unidad depende su realización (17,23).
Otra fórmula: «estar [identificado] en/con» (17,21); la compenetración espacial que se indica (lit. «tú en mí y yo en ti,,) expresa la unidad como la identificación que produce el amor (cf. 10,38; 14,10s.20)

«Lo uno» (gr. to hen) es la expresión que sustituye en Jn a la de «el reino de Dios», usada solamente en 3,3.5.
II. La unidad de Jesús con el Padre (10,30), su identificación con él (10;38), está demostrada por su actividad, que es la del Padre (10,38), cuyas obras realiza (5,17.30.36; 10,25). Esta unidad procede de la comunidad de Espíritu (1,32s), dinamismo común de amor que unifica su actividad con la del Padre.

III. La unidad de los discípulos es fruto de la muerte de Jesús (11,51s). El «uno» se designa en Jn con una expresión neutra: «todo lo que el Padre me ha entregado» (6,39; 10,29; 17, 2.11b.12.14), que denota a la comunidad (cf. 17,9; 18,9) como un todo indivisible, probablemente en relación con e! neutro pneuma, «hombre-espíritu», nacido de! Espíritu (3,6; cf. 7,39).
El objetivo último de la oración de Jesús es que los discípulos sean uno de modo comparable a como lo son él y el Padre (17,11.21-23). Los capacita para ello comunicándoles «la gloria»/Espíritu (amor leal), que él había recibido (17,22). La unidad que deben alcanzar los discípulos significa su plena realización (17,23). 


El proyecto de Dios no se limita, por tanto, a la realización del individuo; como consecuencia lógica de! dinamismo de! amor que realiza a cada uno, acaba en la constitución de la unidad perfecta entre los hombres.
La unidad de los discípulos permitirá al mundo creer que Jesús es el enviado de Dios (17,21) y que su amor está presente en la humanidad (17,23). La existencia de la unidad es, por tanto, e! elemento primario de la misión.

IV. Unidad de! Espíritu (Ef 4,3); de la fe (Ef 4,13).

TINIEBLA.

I. "La tiniebla/las tinieblas» son símbolo de mal y de muerte, que puede especificarse como opresión (Mt 4,16; cf. Is 9,1; Lc 1,79); de estado miserable por falta de amor/generosidad (Mt 6,23 par.). Aparece en Mc 15,33 par., aludiendo a Ex 10,21s, Am 8,9s, Jr 15,8s, para indicar la liberación que supone la muerte de Jesús para la humanidad entera y como amenaza para los opresores.
II. Es Jn el único que usa de manera sistemática la metáfora de la tiniebla. Esta no significa la mera ausencia de luz; tiene siempre un carácter maléfico y presenta dos aspectos:

a) La tiniebla como entidad activa y perversa que pretende extinguir la luz de la vida (1,5) y así impedir el conocimiento del proyecto de Dios sobre el hombre (1,4). La tiniebla se opone a la vida en la línea del conocimiento (luz = verdad; cf. 1,7; 5,33). Se define, por tanto, como una ideología contraria al designio creador, que, al ser aceptada, sofoca en el hombre la aspiración a la plenitud de vida. Se identifica con "la mentira» (8,44), la ideología propuesta por el círculo de poder, que nace de la ambición de riqueza y afán de gloria humana. El designio de Dios es la expresión de su amor al hombre: la tiniebla deforma la imagen de Dios, proponiendo un dios exigente, que no ama al hombre, sino que lo somete.
b) La tiniebla como ámbito de oscuridad o ceguera creado por su acción, donde el hombre se encuentra privado de la experiencia de la vida y no conoce el designio de Dios sobre él (5,3: ciegos; 9,1ss) .

Pertenece a la tiniebla (12,35) o mentira la concepción de un Mesías dominador que usa la fuerza para implantar el reinado de Dios. Tal es la interpretación de los maestros de la Ley (12,24; cf. Mc 12,35-37 par.); con ella ciegan al pueblo (12,40), impidiéndole reconocer al Mesías en Jesús (12,34.37).
La luz-vida (Jesús) y la tiniebla-muerte (el orden injusto) son ámbitos irreconciliables entre los que el hombre tiene que optar (3,19; 8,12). La opción depende de la conducta anterior: quien practica «la lealtad» ( = el amor leal) con los demás abandona la tiniebla y se acerca a la luz, con la que ya estaba en sintonía (3,21); quien «actuaba con bajeza» por su modo de obrar perverso, no se acerca a la luz, para que no se descubran sus acciones, y llega a odiarla,(3,19s).

III. Obras de las tinieblas (Rom 13,12; Ef 5,11); cristianismo = luz, paganismo = tinieblas (Ef 5,8; cf. 1 Tes 5,4s). En Dios no hay tinieblas (1 Jn 1,5).

TEMPLO.

I. El templo (gr. to hierón) incluía el entero recinto en que estaba incluido el santuario (gr. ha naós) o capilla donde se localizaba la presencia de Dios. El recinto comprendía tres atrios (gr. aula¡) o patios sucesivos; en el más exterior, al que tenían acceso los paganos, se instalaba el mercado de ganado y el cambio de moneda (Mc 11,15s par.; Jn 2,14-16).
Los judíos iban en peregrinación al templo en las tres grandes fiestas del año (Pascua, Pentecostés, Chozas). En el templo se reunía el Gran Consejo (Sanedrín) o gobierno de Israel, presidido por el sumo sacerdote (Jn 11,47.49). En los pórticos se encontraban las escuelas de la Ley, que atraían judíos del mundo entero.

En los sinópticos, el templo (gr. to hierón) aparece como lugar de la actividad de Jesús en su visita a Jerusalén (Mc 11,11ss par.). En él enseña y denuncia el tráfico mercantil, que hace del templo «una cueva de bandidos» (Mc 15,17 par.). Tiene enfrentamientos con los miembros del sanedrín, sumos sacerdotes, senadores y letrados (Mc 11,20-12,17 par.), y luego con el grupo saduceo (12,18-27 par.) y con los letrados (12,28-40 par.). Predice la destrucción del templo (Mc 13,2 par.).
En la acusación a Jesús ante el tribunal judío, se le acusa de querer destruir el santuario (gr. naós) y levantar otro en tres días (Mc 14,58).

En Lc, tres períodos de la vida de Jesús terminan en el templo (2,41-52, infancia; 4,9-13, tentaciones; 19,45-20-38, vida pública).
II. El tema del templo está presente a lo largo del Evangelio de Juan. En él Jesús se presenta como Mesías (2,13ss) y denuncia que el lugar destinado a ser «la casa de su Padre» ha sido convertido en una «casa de negocios», donde el dinero ha suplantado a Dios. El culto que en él se celebra es una explotación del pueblo (2,14-16). El antiguo santuario será sustituido por Jesús-hombre (2,19-21). Al darle muerte, las autoridades del templo condenarán su propio templo a la ruina (2,19; cf. 11,48).

El gran episodio del templo se encuentra en los caps. 7-8, con ocasión de la fiesta de las Chozas. Por primera vez enseña Jesús en el templo (7,14.28; 8,20), oponiendo su enseñanza a la de las escuelas oficiales. En medio de la fiesta declara ser él el nuevo templo, del que brotarán los torrentes de agua viva (7,37s; cf. Ez 47,1-12). La última mención del templo aparece con ocasión de la fiesta de la Dedicación (10,22-39).
En 17,22 afirma Jesús que ha comunicado a los suyos la gloria que el Padre le había dado: constituye a su comunidad en nuevo santuario.

A los antiguos cultos rituales sucede el culto «con Espíritu y lealtad», el único que el Padre acepta y busca (4,23s). Siendo Dios Espíritu (4,24), es decir, fuerza de amor que impulsa a la actividad, el culto que desea es que el hombre, vivificado por el Espíritu, secunde su impulso con la actividad del amor. Dar culto al Padre consiste, por tanto, en hacerse semejante a él por la práctica del amor leal, que comunica.

SUMOS SACERDOTES.

I. Los sumos sacerdotes son los miembros de la aristocracia sacerdotal, es decir, los que forman la jerarquía sacerdotal del pueblo judío, jefes de la religión oficial. Junto con los miembros de la aristocracia civil, forman el partido saduceo. Entre ellos hay uno que ejerce el primado, preside el Gran Consejo y ejerce la máxima autoridad civil y religiosa.
En los sinópticos, los sumos sacerdotes se encuentran entre los miembros del Consejo mencionados en las predicciones de la muerte-escenas del templo (Mc 11,18 par., etc.), donde impugnan la autoridad de Jesús (Mc 11,27-33 par.). Jesús les dirige una parábola acusadora (Mc 12,1-12 par.). En Mt, Jesús los acusa de que su ostentada fidelidad a Dios encubre una profunda infidelidad y los compara desfavorablemente con las categorías más despreciadas de Israel, los recaudadores y las prostitutas (Mt 21,28-32).
Son los ejecutores principales de la condena de Jesús (Mc 14,53; 15,3,11 par.). En Mc el sumo sacerdote no lleva nombre (Mc 14,60). En Mt, Lc y Jn se le llama Caifás (Mt 26,3.57; Lc 3,2; Jn 11,49, etc.).

II. En Jn, los sumos sacerdotes aparecen por primera vez como grupo separado en 7,32, donde instigados por los fariseos mandan detener a Jesús. La figura de Caifás, sumo sacerdote primado, destaca en la condena de Jesús (11,49.51). Propone dar muerte a Jesús para salvar los intereses del círculo dirigente (11,50: «os conviene»). Su propuesta encierra una involuntaria profecía: la muerte de Jesús será la salvación del pueblo, que englobará hombres de toda procedencia (11,50-52).
«Los sumos sacerdotes de los judíos» son los que niegan a Jesús el título de «Rey de los Judíos» (19,21): teniendo la hegemonía sobre el pueblo, se oponen al Mesías; representan «al jefe del orden este», personificación del círculo de poder (12,31; 14,3; 16,11).